sábado, 12 de abril de 2008

Parece impresionante todo lo que hace un año en el exterior, uno cree que no cambia, que todo va a ser diversión y todo va a ser fácil. La cosa viene cuando te montas en ese avión vía a un lugar que no conoces y con una familia que no habías visto jamás en tu vida, pero eso, aunque a veces requiere un poco de suerte, no es la mayor barrera que te encuentras.

De repente estás en el pequeño pueblo de Tegernsee donde lo único que vez es gente mayor y un par de patos en el lago y te das cuenta que las idas a Munich no pueden ser tan seguidas porque, a pesar del tren los horarios son difíciles y los costos caros. Hmm se te había pasado el pequeño detalle, no sabes ni una palabra de alemán y los 3 meses de curso no sirvieron para más que para decir "Hola mi nombre es Andrea y vengo de Venezuela"

Con el tiempo te vas a daptando, vas aprendiendo y vas teniendo amigos. Los patos y el pequeño pueblo ya se ven hasta bonitos como están, útil que sea pequeño, así no hay colas y llegas a todas partes rápido. En los mismos 3 lugares de los que antes te quejabas, es donde acude toda la gente en la noche y te sirve para conocer hasta al portero del colegio. Vas cambiando de mentalidad y aún sin darte cuenta te vas convirtiendo en un europeo más en la fachada de latina, ese lugar se va convirtiendo tan en tu hogar, tan especial y tan distinto que aunque hayas pasado trabajo en algún momento jamás te vas a arrepentir de haber hecho un intercambio.

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